Ni el zumbido de las alarmas matutinas ni el bullicio de la rutina diaria. Todo esto se desvanece en el silencio de una habitación cerrada e impenetrable. Allí, los días se diluyen en noches sin fin y la conexión humana se reduce a una sombra en las paredes. A esto le llamaremos hikikomori o, para que nos entendamos mejor, «aislamiento social agudo». Y las nuevas tecnologías tienen mucho que ver con ello.
El término “hikikomori” deriva del japonés “hiku” (retirar) y “komoru” (entrar). Fue popularizado por Tamaki Saito en 1998 y se refiere a individuos que eligen aislarse del mundo exterior durante más de 6 meses, a menudo durante años. Estas personas se encierran en sus habitaciones, rechazan el contacto social y viven una vida de reclusión, eso sí, autoimpuesta.
Aunque la situación puede parecer salida de una novela distópica, es una realidad que afecta a aproximadamente medio millón de jóvenes en Japón, con casos emergentes en otros rincones del planeta.
¿Qué lleva a estos jóvenes a abrazar la soledad extrema? La respuesta no es sencilla y radica en una amalgama de factores culturales, psicológicos y sociales. En Japón, donde se ha descrito ya como una epidemia, la presión académica y laboral es inmensa, con expectativas que pesan como una losa sobre los hombros de los jóvenes. Fracasar no es una opción, y la vergüenza asociada a cualquier desvío del camino trazado puede ser devastadora. El bullying, la alienación, y las dinámicas familiares disfuncionales también juegan un rol significativo.
El hikikomori afecta primordialmente a adolescentes y jóvenes adultos. Como hemos mencionado, se asocia a la naturaleza hermética y competitiva de la sociedad nipona. Sin embargo, cada vez más estudios señalan comportamientos similares en otras culturas, y destacan que podría tratarse de un “síndrome ligado a la cultura”. Y si hay algo que caracteriza a la cultura actual es la presencia absoluta de la tecnología. Las nuevas tecnologías han entrado en nuestras vidas de forma abrupta y masiva, interfiriendo en la rutina de las personas y su interacción con los demás.
Para los hikikomori, precisamente la tecnología se convierte en un refugio y una ventana al mundo. Las pantallas de sus ordenadores y smartphones son portales que les permiten interactuar sin salir de su zona de confort. Videojuegos, redes sociales y foros en línea se convierten en su nuevo hábitat, donde pueden ser quienes desean sin el juicio implacable de la sociedad exterior.
La intrusión tecnológica hace difícil discernir qué comportamientos son normales y cuáles podrían ser indicativos de trastornos. El hikikomori, con su relación estrecha con el mundo virtual, ejemplifica esta paradoja moderna donde la conexión digital contrasta con la desconexión social. Pero, ¿es la tecnología una causa o una consecuencia? Probablemente ambas cosas: Los jóvenes con fobia social que prefieren permanecer en sus habitaciones tienden a utilizar dispositivos tecnológicos como método de distracción.
En Japón, el síndrome de hikikomori es tan ampliamente conocido que se ha creado un cómic titulado ¡Bienvenido a NHK! Este cómic narra la historia de un joven de 22 años que vive aislado socialmente, y profundiza en aspectos del fenómeno hikikomori como la depresión, la soledad, las relaciones interpersonales y las crisis existenciales..
Y, aunque es el país con más casos notificados, el fenómeno hikikomori está extendiéndose a otras culturas, incluidos países occidentales (en España se han notificado varios casos). En un mundo cada vez más conectado y a la vez paradójicamente más aislado, la presión social y la búsqueda de la identidad pueden llevar a la reclusión en cualquier parte. La globalización de la economía, la competitividad extrema, y la inestabilidad laboral contribuyen a que jóvenes de diversas latitudes también opten por retirarse del mundo.
Comprender el hikikomori implica mirar más allá de la superficie y desentrañar el complejo entramado de factores que lo alimentan. Los expertos señalan que una combinación de terapia psicológica, apoyo familiar y reintegración gradual en la sociedad puede ser la clave para ayudar a estos jóvenes a salir de su encierro.
Japón ha comenzado a implementar programas de apoyo, con centros especializados que ofrecen un entorno seguro para que los hikikomori den sus primeros pasos hacia la re-socialización. Sin embargo, la solución no es universal, y cada caso requiere un abordaje individualizado y comprensivo.