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Ada Lovelace

24 Marzo 2023

Ni en California ni con los descifradores de códigos de la segunda Guerra Mundial. La era de las computadoras, de la mecanización del pensamiento, nació en Gran Bretaña a principios del siglo XIX, durante la convulsa época victoriana. Para ello, se necesitó una mente extraordinaria, la de una mujer, en una época en la que eran consideradas inferiores intelectualmente y se les negaba la educación. Apasionada e inteligente. Esa mujer fue Lady Ada Lovelace.
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Lord Byron

Ada Lovelace era la única hija legítima de Lord Byron, poeta y dandi, volcánico y mujeriego, que apasionó y escandalizó a partes iguales el mundo literario del siglo XIX. Byron escribió algunas de las obras más importantes de la época, pero también se hizo famoso por sus extravagancias, como la de beber de un cráneo humano o tener un oso como mascota, y por sus numerosos escándalos sexuales.

A pesar de la gran influencia que ejerció a lo largo de toda la vida de Ada, Byron se marchó de casa cuando ella apenas tenía 1 año. Nunca volvieron a verse. La matemática Annabella Milbanke, la madre de Ada, se aseguró de ello: echó a Byron de casa, tapó el retrato que tenían de él en casa con una cortina y le prohibió mirar a su hija incluso en pintura. Y a ella la educó, a partir de entonces, con una dieta de literatura y ciencia. Para siempre.

Ada fue hija de un matrimonio condenado al desastre que duró un largo año y que existió casi solo sobre el papel. El día de la boda, Byron tropezó con sus votos y ella abandonó la ceremonia llorando. Cuando se iban de luna de miel, él le dijo que debería haberse casado con otro, y a la mañana siguiente su anillo cayó en la chimenea. Y Annabella nunca sospechó que su marido se acostaba con su hermanastra, con la que Byron tuvo un hijo, el ilegítimo.

Mente inquieta y voraz

Exuberante, indomable, estudiante voraz y muy segura de sí misma, Ada había nacido en 1815. Sin casi conocerle, había heredado de su padre una cierta cualidad sin límites: la capacidad de vivir la vida al máximo sin tener mucho en cuenta a los demás. Quizás por ello, a los 13 años ya quería volar. Se convenció a sí misma de que bastaría solo con un año de práctica, un pájaro mecánico de alas extragrandes que había ingeniado y un tratado de anatomía aviar.

A los 17 años, el aprendizaje científico de Ada era tal que su madre decidió que era momento de lucirla en público. También a esta edad Ada evitó por muy poco un escándalo público, cuando intentó fugarse con un tutor, tras una temporada de clases íntimas en un cobertizo de jardín. Lo de tener una vida tranquila no era lo suyo.

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Ada Lovelace

Pero volvamos a lo que ocupa. La velada elegida por Annabella para la puesta en escena de Ada, una de las más cotizadas de esos tiempos y a la que asistían los mejores genios, estaba conducida por el famoso inventor Charles Babbage. En esa velada, el científico iba a presentar a la audiencia una máquina de calcular en la que estaba trabajando, la máquina diferencial. Ada quedó impresionada. La química intelectual nació entre ambos científicos, y se convirtieron en colaboradores y amigos.

Al poco tiempo, Babbage inició la planificación de algo más sofisticado: la máquina analítica. Esta nueva máquina incorporaba un nuevo instrumento que la convertía en una verdadera computadora. Por primera vez se incorporaba el principio de ramificación condicional, por el que la máquina cumple órdenes tales como: “si esto es cierto, haz tal cosa; si no es cierto, haz otra”. Este principio todavía existe como uno de los elementos básicos de la computación.

En todo este proceso, Ada no se conformó con ser una simple observadora. Con la habilidad de un poeta para unir puntos dispares (no olvidemos su formación en literatura), comprendió que el invento de Babbage podía ir más allá de los números. Vislumbró que la máquina no solo podría realizar cálculos, sino que también podría ser programada para crear música, gráficos e incluso textos literarios. Podría ser una “máquina pensante”, como señaló ella misma. Fue así como creó el primer algoritmo diseñado para ser procesado por una máquina y, con ello, se convirtió en la primera programadora de la historia.

Para ello, uso de tarjetas perforadas de cartón similares a las del telar mecánico inventado Joseph-Marie Jacquard. Estas tarjetas comunicaban al telar el tipo de cosido que tenía que hacer. De manera similar, estas tarjetas incorporadas a la máquina analítica permitirían programarla para ejecutar diferentes algoritmos y resolver cualquier tipo de problema, al mismo tiempo que para almacenar datos.

En 1843 Lovelace describió todas estas ideas en la traducción de un artículo sobre la máquina de Babbage. En dicha traducción añadió una comedida sección titulada “Notas”, que modestamente triplicaba el tamaño del artículo, en la que describió cómo iba a funcionar la computadora, imaginó su potencial y escribió el primer programa. Sus ideas fueron tan avanzadas que muchos de sus contemporáneos las consideraron extravagantes y poco realistas. Ada fue incluso acusada de haber creado un “monstruo”, capaz de pensar y de razonar como un ser humano, y se vio obligada a defenderse de las acusaciones.

Ciencia y romanticismo

Ada creció en una mezcla privilegiada de fogosidad y ambiente intelectual que la estimuló sin parangón, y creció y prosperó en la encrucijada entre ciencia y romanticismo. Fue educada por los mejores tutores de la época, fue amiga de otros grandes científicos y pensadores contemporáneos, como la científica y escritora Mary Somerville, el físico Michael Faraday y el filósofo Auguste Comte, y fue casi dama de honor de la Reina Victoria.

Por este privilegiado estatus, a nadie le extrañó su matrimonio en 1835 con William King, un hombre 10 años mayor que ella que pronto se convertiría en Conde de Lovelace (de ahí el nombre de Ada Lovelace). En 1839 ya era madre de dos niños y una niña. Pero le aburría ser madre, y fue bastante negligente en este cometido.

Ada Lovelace no solo se dedicó a su trabajo de científica y esposa. No dejaba de ser una Byron ligeramente desbocada. Poco después de casarse, tomó como amante al hijo mayor de un conocido científico, a quien trasladó a la casa familiar en la forma de “ayudante”. Asimismo, tuvo que convivir con algunas aficiones poco útiles, como las carreras de caballos, a las que se volvió tan adicta que perdió gran parte de su dinero. Dos veces tuvo que enviar en secreto a su amante a empeñar las joyas familiares de su marido. Dos veces.

Rara vez se dejó abatir por la mala salud que padeció durante toda su vida, que le impidió trabajar en algunos proyectos y la llevó a tomar opio para controlar el dolor. Devastada por un cáncer de útero, murió a los 36 años, casualidad o causalidad, a la misma edad que la de su célebre padre. Ada exhaló su último suspiro la noche del 27 de noviembre de 1852, y pidió que la enterraran junto a la tumba de Lord Byron.

Su trabajo en la informática fue prácticamente olvidado durante décadas, pero en la actualidad es reconocida como una de las figuras más importantes de la historia de la computación. Ada le dijo una vez a su madre que quería compensar el genio equivocado de Byron. Le dijo: “si me ha transmitido alguna parte de su genio, entonces lo usaré para sacar a la luz grandes verdades y principios”.

En 1986, un nuevo lenguaje informático fue denominado ADA en su honor. Muchos años después, pero al final Ada sí que pudo volar.

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