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Las mujeres no pueden ir a la universidad

21 Abril 2023

“Existen pocas armas tan poderosas en el mundo como una niña con un libro en la mano”

Lo dijo Malala Yousafzai, pakistaní nacida en 1997 y clara opositora de las restricciones de su país a la educación de la mujer. Por cosas como esta, a los 15 años un pistolero talibán le disparó varias veces cuando regresaba a casa de la escuela. Después de recuperarse de sus heridas, Malala continuó hablando en defensa de la educación de las niñas y se convirtió en un símbolo internacional de coraje y resistencia. En 2014, recibió el Premio Nobel de la Paz, lo que la convirtió en la persona más joven en recoger el prestigioso premio.

Malala Yousafzai (Naciones Unidas)

De todo esto hace poco más de una década. Aún en la actualidad, en el año 2023, en Afganistán las mujeres no pueden estudiar.

En España hace muchos años que, por fortuna, las mujeres gozan de libertad para poder cursar estudios superiores. Pero esto no siempre fue así. Lo que ahora está considerado como algo normal, hasta el 8 de marzo de 1910 no lo fue en plenas condiciones. Ser mujer y matricularse en una carrera universitaria era algo extraño e improbable.

Durante las décadas de 1870 y 1880, tres mujeres valientes, persistentes y determinadas, Dolors Aleu, Martina Castells y Elena Maseras, decidieron bregar con la dureza de una época en la que las mujeres se consideraban inferiores. Fueron las tres primeras mujeres en licenciarse en Medicina en España. Lo hicieron aprovechando el vacío legal que existía. Su conquista motivó la prohibición del acceso de las mujeres a la universidad en 1882 y encendió un debate que no culminó hasta 1910.

Circuito eterno de acceso y prohibición a la educación

Durante todo el siglo XIX, la enseñanza universitaria para la mujer en España fue como un espejismo. Si bien no existía ningún tipo de legislación prohibitiva, se consideraba una posibilidad impensable. Porque las mujeres se consideraban inferiores.

Quizás por el auge de mujeres que querían ir a la universidad, este pensamiento empeoró durante las últimas décadas del siglo XIX, cuando surgieron teorías que cuestionaban la capacidad intelectual de las mujeres europeas que buscaban acceder a niveles superiores de educación. Con base en el determinismo biológico, se aceptaba que la única función biológica de la mujer era parir y cuidar a los niños. Se consideraba que, al hacer un uso intensivo del cerebro, las mujeres ponían en peligro sus capacidades reproductivas. En otras palabras: pensar las hacía menos mujeres y las convertía en malas madres.

En la primera mitad del siglo XIX, varias mujeres, como Concepción Arenal, que se disfrazó de hombre para estudiar, y Emilia Pardo Bazán, que propuso nuevos modelos femeninos en algunas de sus novelas, cuestionaron este ideal de mujer. Ambas creyeron que la formación y la instrucción de la mujer constituía el primer paso para lograr la igualdad de derechos.

Atrevimiento y prohibición

1874 fue el año en el que Dolors Aleu, Martina Castells y Elena Maseras aprovecharon el vacío legal que había para colarse en la universidad de Barcelona, ante el absoluto desconcierto de las autoridades. Era el año de la restauración borbónica, cuando entraría a gobernar Alfonso XII «el preparado». En una época en la que el imperio “en el que nunca se ponía el sol” comenzaba a desmoronarse, parecía que lo único es que importaba es que las mujeres no despertaran.

Al principio, las tres estudiantes tuvieron que entrar escoltadas a las clases. Recibieron más de una pedrada y nadie dio un duro por ellas. Tampoco podían sentarse al lado de los hombres. El ambiente masculino de la época estaba seguro de que abandonarían, se aburrirían, se casarían y dejarían a un lado la locura del estudio, porque claro, no eran capaces. Y, si acaso acababan la carrera, no tendría recorrido, porque su único futuro lógico era el de casarse, tener hijos y ejercer de madres.

Con el apoyo de sus familias y de muchos profesores (quizás porque eran buenas estudiantes), las tres fueron avanzando. Esto comenzó a poner nerviosas a las autoridades, que veían que esto se les estaba escapando de las manos. No solo por ellas tres. Su iniciativa llevó a otras muchas mujeres a querer estudiar al «descubrir» que sí se podía. También aumentaron las matrículas en secundaria, el paso previo para poder cursar estudios superiores.

En 1878 empezaron los ataques de verdad, cuando Maseras y Aleu solicitaron el título de Licenciadas. En un recorte de ese año de un artículo escrito por un médico en la revista científica El Siglo Médico puede leerse: «No se hagan ilusiones las pretendidas médicas, y tengan por seguro que las de su mismo sexo serían las enemigas más temibles que tendrían. Así pues, les aconsejo que no dejen la aguja de la mano y sus múltiples labores; que no les faltarán camisas que planchar y calzoncillos que remendar, o hijos a los que prodigar sus cariñosos cuidados; y la que no se conforme con esto, puede coger el estropajo e irse a fregar, porque la mujer nunca servirá para ejercer la Medicina y mucho menos la cirugía».

Con todo este revuelo, se inició un gran debate «intelectual» que culminó el 16 de marzo de 1882. Ese año, mediante una Real Orden se aceptaba la expedición de títulos a las mujeres que lo solicitaran, siempre y cuando estuvieran matriculadas en aquel momento. Al mismo tiempo se prohibía la matriculación a partir de entonces.

Primera página del primer número (wikipedia)

A esta Real Orden inicial le sucedieron otras órdenes sumamente contradictorias con el objetivo de ir bloqueando el acceso de la mujer a la enseñanza superior. Después de muchas idas y venidas, en 1888 se acordó que las mujeres fueran admitidas como alumnas de «enseñanza privada». Si alguna solicitaba una matrícula oficial, era la «superioridad» la que resolvía cada caso según las circunstancias de la interesada.

Esta regla discriminatoria siguió vigente hasta su derogación por otra Real Orden de 8 de marzo de 1910. Al fin, esta nueva ley establecía: «las mujeres españolas podrán solicitar y obtener los títulos académicos en todas las facultades de las universidades del Estado, con tal de que cumplan los requisitos de edad y preparación que se exijan».

La Real Orden de 9 de marzo de 1910

Burguesía, intelectualidad y lucha

Dolors Aleu, Martina Castells y Elena Maseras habían hecho tambalear los cimientos de base patriarcal y, a la vez, animaron a muchas otras mujeres a hacer lo mismo. Las tres eran hijas de la burguesía catalana, acomodadas y muy educadas. No les quita valor, pero solo esto explica cómo pudieron acceder a la universidad en esos tiempos y frente a toda adversidad.

Dolors Aleu trabajó primero como retratista, pero decidió que lo suyo era la medicina. Fue la primera mujer en graduarse en España. A pesar de terminar sus estudios 5 años más tarde, hasta 1882 no logró el permiso para hacer el examen que la convertiría en la primera mujer licenciada en Medicina de España. Después de obtener el título, se especializó en ginecología y pediatría. También fue una defensora de los derechos de las mujeres y trabajó en pro de su inclusión en la educación y en el ámbito laboral (en 2018, la ciudad de Barcelona le dedicó una calle en su honor).

Cartel del Jardín de Dolors Aleu

Martina Castells, nacida en Gracia (actual barrio de Barcelona), fue la segunda en graduarse. Se especializó en obstetricia y trabajó como médica en su ciudad natal, pero murió de una complicación del embarazo poco después de obtener la licenciatura.

Elena Maseras, nacida en Sabadell, fue la tercera licenciada. No pudo obtener su título en España debido a dificultades administrativas, por lo que viajó a Francia para finalizar sus estudios y se graduó en 1882. Al final, mientras esperaba a que autorizaran su solicitud, cursó magisterio y ejerció de maestra hasta su muerte. Aunque no ejerció la medicina en España, fue una pionera en la lucha por la igualdad de género en la educación y el ámbito laboral.

La primera piedra

La prohibición del acceso de las mujeres a la universidad en España durante el reinado de Alfonso XII no fue una decisión tomada por el propio rey, sino que se debió a las ideas y prejuicios de la sociedad de la época.

Más o menos 140 son los años que han pasado desde que por primera vez en España se licenciara una mujer en Medicina y Cirugía. A través de su talento, perseverancia y determinación, lograron romper un techo de cristal que significó un verdadero impulso feminista en la profesión médica. Estas mujeres rompieron barreras culturales y sociales que han servido de base para que hoy día España se encuentre entre los países occidentales con mayor porcentaje de mujeres médicas (57% en 2020).

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